Urbanismo y Arquitectura de la Puebla de Guadalupe

SALCEDO HERNÁNDEZ, José-Carlos.
Urbanismo y Arquitectura de la Puebla de Guadalupe.
Tesis doctoral. Departamento de Arte y Ciencias del Territorio de la UEX. Programa de Desarrollo Sostenible y Ordenación del Territorio. Cáceres, 2011. ISBN 978-84-694-4325-5.

Investigación de las arquitecturas de Guadalupe (Monasterio, pueblas de arquitectura popular, arquitectura del agua, granjas, ermitas…) en su contexto territorial, que pone de manifiesto las pérdidas patrimoniales sucedidas en la frágil arquitectura de Guadalupe en los últimos 30 años, en parte debidas a la falta de voluntad en la aprobación de la planificación urbanística y de protección del patrimonio.

El Monasterio de Guadalupe es considerado el monumento más importante de Extremadura, tanto por su arquitectura y el patrimonio artístico que alberga, en un territorio de gran valor natural, como por su historia y por la repercusión que tuvo en la colonización, urbanización y evangelización de la América española.

En esta tesis se pone de manifiesto que Guadalupe es bastante más que un Monasterio aislado en el corazón de Las Villuercas. El medio natural, el Conjunto Histórico de la Puebla con sus tramas urbanas, el Monasterio y las distintas arquitecturas dispersas en el territorio, conforman un paisaje integrado, resultante de siete siglos de historia y de estrechas relaciones causales entre los hombres y el soporte ambiental.

La calidad patrimonial del Monasterio recibió reconocimiento en 1879 y 1929, después las Granjas palaciegas de Mirabel, Valdefuentes y el Humilladero (1931) y, más tarde, la Puebla (1943), tanto por su intrínseco valor como arquitectura popular, como por constituir el entorno indisoluble del Monasterio. En 1993, el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, alcanzó la máxima consideración al ser incluido por la UNESCO en la Lista del Patrimonio Mundial.

Sin embargo, en los últimos 30 años, la gran fragilidad patrimonial del paisaje de Guadalupe se ha visto perturbada por impactos irreversibles, por la diferente protección de los bienes singulares y populares del Conjunto Histórico, por los procesos anárquicos de expansión espontánea del núcleo sin control de planeamiento y por la falta de respeto al soporte territorial envolvente.

Insolvencia urbanística por ausencia de planeamiento general municipal, carencia de planeamiento especial de protección por incumplimiento de las normas internacionales, estatales y autonómicas, y falta de voluntad política, explican el desorden territorial, urbanístico, patrimonial y ambiental, objeto de esta tesis doctoral.

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CONCLUSIONES

El Monasterio de Guadalupe es considerado el monumento más importante de Extremadura, tanto por su arquitectura y los tesoros artísticos que alberga, en un territorio de gran valor natural, como por su historia y por la repercusión que tuvo en la colonización, urbanización y evangelización de la América española, la mayor obra de España, en la que los extremeños colaboraron de forma decisiva: “El monumento extremeño que aúna la mayor importancia artística e histórica es el Real Monasterio de Guadalupe. Si su razón de ser tiene un sentido estrictamente religioso, a lo largo de la historia ha sido objeto de referencias extraordinarias que convierten a este centro espiritual de Extremadura en un foco de cultura, de arte e hispanidad” (ANDRÉS ORDAX y CRUZ VILLALÓN, 1986). 

Sin embargo, en la tesis se llega a la conclusión de que Guadalupe es bastante más que un Monasterio aislado en el corazón de Las Villuercas. El territorio de alto valor natural, el Conjunto Histórico de la Puebla con su trama urbana, el Monasterio, las Granjas palaciegas de Valdefuentes y Mirabel y las distintas arquitecturas dispersas en el territorio, conforman un paisaje integrado, resultante de siete siglos de historia y de estrechas relaciones causales entre los hombres y el medio.



1. SOBRE EL TERRITORIO 

Del estudio realizado en el capítulo 1, se desprende que el territorio de Guadalupe es mucho más que un fragmento de naturaleza con el que se deban mantener unas buenas relaciones ecológicas. El territorio explica el urbanismo, la arquitectura, las formas de vida y de organización del medio. Contiene la dimensión histórica, cultural, social, económica y productiva, con capacidad acumulativa de conservación de la memoria y de las señas de identidad. En consecuencia, no es la ciudad la que explica el territorio, sino viceversa. 

El proceso de humanización del territorio de Guadalupe conlleva una organización acomodada al medio (redes camineras, cauces fluviales, puentes, asentamientos, edificios, espacios libres, usos agro-pastoriles y forestales, estructura parcelaria, áreas de cultivo, mobiliario, herramientas de trabajo, técnicas constructivas, cultura artística y material…), en suma, estructuras rurales y urbanas heredadas (medievales, modernas y contemporáneas), que responden a unas pautas civilizadoras yuxtapuestas y superpuestas, a proyectos y diseños colectivos de la sociedad que las ha construido, conforme a sus necesidades vitales. 

Este territorio conlleva una “composición”, una “arquitectura del territorio”, que se traduce en este “paisaje” determinado con sus distintas unidades ambientales. Engloba en su materialidad todas las formas de arquitectura citadas, que constituyen la evidencia física de la cuidada organización de Guadalupe. Todo un muestrario de los modos de organización socioeconómica, de las condiciones técnicas y capacidades de cada época histórica, de la valoración y sabia manipulación de los recursos naturales y de la multiplicidad de aprovechamientos de subsistencia, propios de una economía autárquica. 

Por tanto, Guadalupe es un “paisaje construido”, natural e histórico-artístico, es decir, cultural, cuya consideración dinámica aporta un instrumento didáctico de aprendizaje para los gestores actuales sobre el buen uso del mismo en el pasado. Evidencia el grado de interacción entre naturaleza y sociedad y los frágiles equilibrios de acomodación, explotación y conservación. Es un ejemplo de sostenibilidad y referencia para los actuales gestores del territorio heredado y sus prácticas insostenibles. 

El núcleo de Guadalupe y el territorio inmediato que lo rodea, forman una unidad de gran valor, constituyen una de las genuinas expresiones de paisaje urbano histórico (SENABRE LÓPEZ, 2009), que remite “a la imagen resultante de contemplar cualquier grupo de edificios, estructuras urbanas y espacios abiertos, en su contexto natural, en un ambiente urbano, a lo largo de un período considerable de tiempo, cuya cohesión y valor son reconocidos desde el punto de vista histórico, urbanístico, arquitectónico, científico, sociocultural o ecológico”. 

Indiscutiblemente, como queda probado en este trabajo, Guadalupe constituye un paisaje urbano conformado por elementos definitorios del carácter: usos y formas de ocupación del territorio, organización del espacio, tipología arquitectónica (arquitectura singular monumental, arquitectura popular, arquitectura del agua, obras de ingeniería…), materiales y tecnología constructiva, topografía, vegetación, visuales y perspectivas. Este paisaje urbano, representado por sus valores patrimoniales naturales, artísticos y culturales, materiales e intangibles, convierte a Guadalupe en seña de identidad de Extremadura e Iberoamérica, por lo que su memoria histórica debería haberse conservado sin alteraciones. 


2. SOBRE EL URBANISMO 

Dentro del complejo medio físico de la Sierra de Guadalupe, la sabiduría fundacional asentó el núcleo genético en el lugar de topografía menos desfavorable. El Monasterio y la Plaza se sitúan, como puede comprobarse en la documentación gráfica que se acompaña (véanse láminas 2A1 y 2A2), en la zona de menor pendiente del entorno, en la proximidad de un cauce permanente de agua para el abastecimiento de la población (el río Guadalupe), y junto a una vaguada con suelo fértil y húmedo para la horticultura. 

Sin embargo, este emplazamiento para la primitiva ermita y asentamiento, está obviamente delimitado por barreras topográficas de fuertes pendientes en todas direcciones, que condicionarán el desarrollo posterior del núcleo y su morfología: la cresta topográfica con afloramientos rocosos (por el Este); dos vaguadas por el Oeste (la primera que articulará más tarde la Huerta del Monasterio, y la segunda, que en 1990 será ocupada de forma traumática); y la existencia (por el Sur) de varios barrancos y del río Guadalupe. Obstáculos importantes para el desarrollo de la trama urbana (calles y manzanas) y para los accesos al núcleo, que deberán superar los cauces y vaguadas, serpenteando las faldas de acusadas pendientes sobre las curvas de nivel para hacer transitables los caminos. 

En el asentamiento primigenio de Guadalupe (véase lámina 2A2), ya se aprecian los elementos estructurantes de referencia: 

- Monasterio, situado en la zona topográfica menos desfavorable y sobre un altozano que permite su defensa. 
- Camino principal Norte-Sur de acceso de peregrinaciones, con un espacio abierto (Plaza) que sirve de antesala al Monasterio. 
- Huerta del Monasterio en la zona trasera del recinto monástico, sobre una vaguada. 
- Las Pueblas Baja y Alta de arquitectura popular, abigarradas, ensambladas a la topografía y conectadas al camino-calle, con escasos espacios abiertos, a modo de nodos del viario (plazuela de Los Tres Chorros, plazuela de La Pasión, Corredera…). 
- Caminos secundarios, que conectan el núcleo con el territorio, fundamentalmente con el río Guadalupe, perpendiculares al recorrido principal. 

La red caminera ha condicionado notablemente la trama. Pocos núcleos rurales han tenido tantas modificaciones en su red principal de accesos como Guadalupe, sin duda, condicionada por dos factores: las dificultades topográficas y la importancia de las rutas de peregrinación, que confluían en el Monasterio, desde casi todas las direcciones. A lo largo del tiempo, ha perdurado la accesibilidad por dos itinerarios: uno desde el Sur, que requería salvar el río Guadalupe, próximo al núcleo, y otro desde el Norte, que exigía superar las importantes pendientes topográficas de la Sierra de Guadalupe. A partir de estos dos principales conductos de entrada, se articuló históricamente la red de accesos al núcleo, con modificaciones posteriores y se definió la trama viaria del callejero de la Puebla, que articuló manzanero y parcelario. Se distinguen tres momentos en los accesos a Guadalupe: eje Norte-Sur, que configura a Guadalupe como un pueblo-calle, con la Plaza como antesala del Monasterio, único acceso hasta principios del s. XX. Acceso Este-Oeste, que se produce, con rotura de la Huerta y de la Plaza, en 1924, por la apertura de la primera carretera para facilitar el tráfico de vehículos a motor. Y la variante de circunvalación construida en los años 90 que, por fin, prescinde del paso obligado de la carretera por la Plaza, delante del Monasterio. 

Como bien se sabe, las infraestructuras de transporte son elementos clave en las políticas de desarrollo regional, pues modifican las condiciones de accesibilidad a nivel territorial, reducen las distancias y consolidan la concentración económica. Guadalupe tiene su propia “estación” de ferrocarril, en una línea “cancelada” (eufemismo administrativo, porque realmente está abandonada en construcción), por la que jamás llegó a pasar el tren, pese a estar realizada la mayor parte de la inversión y construida casi toda la infraestructura. De haberse materializado, esta línea habría resultado esencial para el desarrollo económico extremeño y castellano-manchego, y habría supuesto un importante ahorro de tiempo en el recorrido por ferrocarril entre Madrid y Lisboa, y entre Madrid y la costa (puerto de Huelva). La línea en cuestión habría conectado la red ferroviaria en Talavera de la Reina (concretamente en la estación de Calera y Chozas) con Villanueva de la Serena y habría atravesado y articulado el territorio de las Vegas del Tajo, la penillanura de las comarcas de La Jara toledana, Las Villuercas cacereñas y las Vegas Altas del Guadiana. Sin embargo, la crisis económica de los años 30 del siglo XX y el hecho de que la obra se desligara a mediados de los años cincuenta del Plan Badajoz, junto a los nuevos planteamientos del Banco Mundial para su no conclusión, influyeron en la dilación temporal de la obra y, finalmente, en su abandono, en una época en la que el transporte por carretera ya competía en condiciones ventajosas con el ferrocarril. 

El Monasterio de Guadalupe presenta hoy restos constructivos e incluso tramos completos de su cerca murada, levantados entre los siglos XIV y XVI, cuyas puertas y barreras ya aparecen descritas en el Arca del Monasterio de 1568. Podemos distinguir en Guadalupe cuatro recintos de muralla (véase esquema de zonas en la lámina 2A3): 

- Recinto del Monasterio. La muralla principal cerraba los edificios del Monasterio con finalidad esencialmente defensiva. Este recinto sustenta parte de su trazado en los muros de los edificios y de las torres, completándose el resto con lienzos puntuales de muralla. 

- El segundo recinto es el de la Huerta del Monasterio. Su objeto ya no es propiamente defensivo, sino de cierre de la clausura del Monasterio, en cumplimiento del “ora et labora”, inseparable del carácter conventual. Por ello, la decisión de dejar la Huerta fuera de la zona protegida en 1993 por la declaración de Patrimonio Mundial de la UNESCO, sólo puede ser fruto del desconocimiento y de la falta de estudio y rigor del expediente, amén de otros intereses constructivos. Como mínimo, debería haber sido incluida, como entorno de protección del Bien, porque la Huerta no sólo es indisoluble del Monasterio desde las ópticas histórica, religiosa y funcional, sino que cuenta con elementos constructivos propios, como la cerca perimetral, de valor cultural y artístico, que aún perdura en gran parte de su trazado. 

- En la primera mitad del s. XVI se ampliaron las murallas para albergar el propio caserío de las dos pueblas y otras dependencias que el Monasterio tenía emplazadas fuera del edificio principal. Estos cierres sucesivos (tercero, cuarto y quinto) no responden a criterios defensivos, ni religiosos, sino de control administrativo y fiscal de la Puebla. Para cercar el perímetro se aprovecharon los muros de las propias casas, clausurando el espacio mediante la construcción de puertas en las propias calles, entre casa y casa. El primero de estos recintos de la Puebla es el de la Plaza, antesala del propio Monasterio, con tres puertas en cada una de las calles históricas de acceso: el Arco de Sevilla, el Arco del Chorro Gordo y el Arco de San Pedro que, juntos, permitían el cierre de la Plaza. Véase lámina 2A3. 

- Recintos de las Pueblas Baja y Alta, que se cercaron por medio de arcos y de barreras. Las puertas de la Villa, con forma de arcos, han sido recuperadas en su mayoría, tras las obras de restauración llevadas a cabo, con mejor o peor fortuna, en los años 80 y 90 del siglo XX. Cerrando las Pueblas por varios lugares, estas puertas conferían a la población control de la seguridad, protección del comercio y una imagen de fortaleza medieval: Arco de las Eras, Arco del Tinte, Barrera de Castrejón y Barrera del Realejo (en la Puebla Baja) y Barrera del Sol, Barrera del Matorral, Barrera del Caño, Postigo, Barrera del Tejar y Barrera de la Carretería (en la Puebla Alta). 

Tras el estudio de la dinámica urbana y de la morfología, en los planos de la serie 2A y 2T de evolución de la trama urbana, se ha dibujado el núcleo de Guadalupe y su entorno inmediato hasta el río, en varios momentos determinantes entre el origen de la población y la actualidad. 

Para explicar el desarrollo urbano de Guadalupe, fueron (y siguen siéndolo) especialmente determinantes las excelentes relaciones mantenidas por los priores del Monasterio con el poder real de todas las épocas, desde el momento del hallazgo de la imagen de la Virgen, pretexto legendario fundacional. Sobre la primigenia ermita existente en 1327, Alfonso XI promoverá la construcción de varias edificaciones anejas, origen de la Puebla con su término (1337), constituida en Señorío Eclesiástico Temporal jerónimo (1348), luego ampliado a Señorío de Mero y Mixto Imperio (1368), el más alto grado de los señoríos jurisdiccionales, hasta su extinción por la exclaustración desamortizadora y la Constitución de Cádiz (1812). 

El Monasterio, destino de peregrinación mariana internacional en competencia con los de Jerusalén y Roma, es un ejemplo relevante de centro gestor de la Puebla de Guadalupe, dependiente y sometida al señorío eclesiástico omnímodo, sin concejo, ni otra autoridad municipal que la del prior. La potente economía del Monasterio (que no de la Puebla) alcanza su desarrollo álgido en 1530, a partir de las herencias, demandas de limosnas en todo el territorio peninsular y americano, donaciones, privilegios reales y la acertada gestión económica de tierras, ganados y equipamientos en régimen monopolista. En su Edad de Oro el Monasterio se estructura como un holding de empresas con influencia sobre dilatadas posesiones territoriales (LLOPIS, 1991). Tal eficiencia económica le permite aunar su condición de destino religioso con la de centro científico, cultural, educativo y asistencial de vanguardia, por el desarrollo de la medicina, cirugía, farmacia, hospitales, talleres de bordados, de libros miniados, orfebrería… Los siglos XVII y XVIII conocerán el declive de su hegemonía, que culminará con la exclaustración decimonónica y el forzado abandono por parte de los jerónimos. No obstante, un siglo después, los franciscanos tomarán el relevo en la regeneración del deteriorado Monasterio, bajo la tutela real de Alfonso XIII, iniciándose así la nueva etapa de desarrollo monástico. En la fase autonómica-democrática contará, además, con el reconocimiento de la Junta a la Virgen de Guadalupe, como Patrona de Extremadura, mediante la concesión de dos medallas a los franciscanos (colectiva e individual) y notables inversiones de dinero público. 


3. SOBRE EL PATRIMONIO 

El término de Guadalupe cuenta con un gran patrimonio cultural edificado, en gran parte ignoto. Guadalupe es conocida por los reiterados estudios y publicaciones de los valores artísticos del Monasterio, pero se ignoran sus otras arquitecturas, como la del agua, la popular y las obras de infraestructuras, insuficientemente investigadas en su contexto territorial y urbano. En sus distintas épocas, pero, sobre todo bajo el control de Guadalupe por los jerónimos, el Monasterio, además de desempeñar su función religiosa, se conformó como una gran empresa multifuncional (agricultura, ganadería, cirugía, farmacia, hospitales, artesanía, educación, atención a las necesidades de los peregrinos), de espectacular desarrollo, que nos ha legado un gran número de realizaciones arquitectónicas entre las cuales se encuentran, además del propio conjunto del Monasterio, otros elementos patrimoniales, prácticamente desconocidos: 

- Las Pueblas de Guadalupe (Baja y Alta) con sus cercas de muralla, puertas, calles angostas, espacios públicos escasos y tejidos residenciales, surgidos de forma espontánea en torno al Monasterio, que constituyen uno de los mejores ejemplos de arquitectura rural entramada de España. El deterioro actual de esta arquitectura es responsabilidad de sus propietarios y también, sin duda, de la dejadez de la Administración patrimonial, que ha centrado toda su inversión en el Monasterio y no ha sabido, ni querido, proteger la Puebla, pese a su declaración en 1943, como Monumento Histórico Artístico. 

- Los hospitales de San Juan Bautista (o de Hombres), de la Pasión, de Mujeres, de San Sebastián…, en los que se practicaron los más asombrosos avances de la medicina en el s. XV, de los que los frailes del Monasterio fueron pioneros. 

- Las Granjas de Mirabel y de Valdefuentes, construidas en su día para residencia estival de los frailes y declaradas Monumentos Histórico-Artísticos en 1931, auténticos conjuntos palaciegos rurales que incluían palacio, capillas, jardines, fuentes y cruces. Existieron también otras granjas fuera del término de Guadalupe, relacionadas con la explotación del campo por los jerónimos. 

- Las Ermitas de San Blas y de Santa Catalina. 

- La instalación conocida como el Arca del Agua, original del s. XIV, que captaba el agua de Las Villuercas y, tras recorrer 5,6 km, incluso atravesando un cerro “huraqueado” (horadado) de cuarcita, la llevaba a Guadalupe, donde una red hidráulica la repartía a diversos puntos del Monasterio, de la Huerta y de la Puebla. 

- Los molinos del río Guadalupe: molino y presa del Estanque, de la Sierra de Agua, del Martinete, del Batán, del Pan Blanco... De todos ellos, el más importante es el primero, ingenio hidráulico de avanzadísima construcción, del s. XV, que llego a ser visitado por Felipe II. 

- El Pozo de la Nieve, un nevero construido en el s. XVI, donde se depositaba y compactaba la nieve de las laderas del Pico Villuerca, para dotar de hielo al Monasterio. El menos conocido Pozo de los “Yelos”, en el cauce del río Guadalupe, descubierto en los trabajos de planeamiento dirigidos por Tomás Civantos y que hasta ese momento era desconocido. 

- Y otros elementos, como el Humilladero, cruces de caminos, fuentes, etc. 

En el capítulo 3 se han estudiado todos estos recursos patrimoniales, habiéndose realizado un riguroso y exhaustivo trabajo de campo con levantamiento planimétrico de aquellos elementos arquitectónicos que no estaban dibujados hasta ahora o que lo estaban sólo parcialmente. Guadalupe no es sólo arquitectura singular o culta, por lo que no puede ser entendida sin la consideración de su arquitectura popular y debe ser analizada en conjunto con el territorio, con el que forma un paisaje integrado. Se han inventariado también las casas más importantes construidas por el Monasterio fuera del término, que servían de residencia de los frailes para la explotación de las fincas en las dehesas de las Vegas del Guadiana: Casa de la Vega, Casa del Rincón, Valdepalacios, Casa de San Isidro, etc. 

Tras el declive, desamortización y exclaustración, los religiosos (los franciscanos, que tomaron el testigo de los jerónimos) supieron, de nuevo, aglutinar voluntades y buscar financiación para recuperar primero y levantar después el Monasterio, pero no todo, sino la parte que necesitaban para fomentar la imagen de la Virgen, que no es otra que el edificio del Monasterio exclusivamente. No tienen interés ni en la propia Huerta del Monasterio, que se emplea ahora como solar para nuevas construcciones, de forma especulativa, ni en la arquitectura popular, que es para ellos un recurso turístico en competencia con el Monasterio. En la actualidad, la gran mayoría de los ingresos por turismo son para el Monasterio y no desean que la situación cambie. 

La recuperación del resto del ingente patrimonio de Guadalupe, su mantenimiento y la ordenación de las intervenciones (arquitectura popular, arquitectura del agua, granjas, ermitas…), no es ya responsabilidad de los religiosos, sino de la Administración autonómica, desde hace ya 25 años. Tiempo suficiente para hacer un diagnóstico del resultado de las inversiones que ha realizado Extremadura en el patrimonio de Guadalupe, e incluso compararlas con las actuaciones anteriores, las cuales, aunque con criterios ciertamente “monumentalistas”, al menos supieron recuperar el patrimonio para la sociedad e incluso levantarlo de los escombros en los que lo había dejado el abandono que sucedió a la desamortización. Por eso, se ha estudiado en esta tesis lo que ha sucedido con este patrimonio en los últimos 100 años, con especial tratamiento de los 25 años más recientes, en los que la Administración debería haber cumplido su obligación legal de dotarse de planificación urbana, territorial y de protección del patrimonio, cuyo incumplimiento ha generado consecuencias negativas irreversibles. 

Primero fue el reconocimiento y declaración del Monasterio (1879 y 1929), luego las Granjas palaciegas de Mirabel y de Valdefuentes, y el Humilladero (1931) y, más tarde, la Puebla (1943), tanto por su intrínseco valor como arquitectura popular, como por ser el entorno del Monasterio. Posteriormente, en 1993, el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, aunque sin Huerta y sin entorno de protección, entró en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. 

El Monasterio ahora es una de las referencias artísticas y culturales de Extremadura y un recurso turístico. Es una pieza importante, pero no la única de Guadalupe, para desarrollar el turismo cultural, en estado muy embrionario, pese a su enorme potencial. 


4. SOBRE LA ARQUITECTURA POPULAR 

Las conclusiones del estudio de la arquitectura popular de Guadalupe constituyen otra aportación científica de la tesis. Hasta ahora, la mayoría de los estudiosos de la arquitectura popular (desde García Mercadal y Flores López, hasta Ávila Macías), han calificado a Guadalupe de “excepción” y de “enigma”, por tener la arquitectura entramada más meridional de la Península. Incluso han apuntado posibles relaciones con La Vera, por la razón de que allí también existe un monasterio (el Monasterio jerónimo de Yuste), construido después del de Guadalupe. Tras un estudio riguroso, geográfico-territorial, y de las características y condicionantes de la arquitectura popular, se ofrecen las siguientes conclusiones: 

- Independientemente de que Guadalupe se encuentre al Sur del Tajo, frontera excesivamente rígida de la arquitectura popular entramada, es un hecho probado que nos encontramos en un territorio de montaña media (Las Villuercas), con existencia de madera abundante para la construcción, lo que implica que, por sencillez constructiva, los pisos de las casas se realizan, invariablemente, de forma adintelada, con entramados de madera en el interior (horizontales de piso e inclinados de cubierta), sin la presencia de bóvedas. Por ello, la arquitectura de los núcleos de Las Villuercas es de tipología serrana, al combinar los muros de mampostería de la abundante y excelente pizarra, con los pisos y las cubiertas realizadas con entramado de madera. 

- El “enigma de Guadalupe”, de los entramados en fachada, presentes sólo en determinadas calles y plazuelas, se explica por simple racionalidad constructiva. En Arquitectura, nada hay más racional y con sentido común, que la arquitectura popular. En la construcción racional, la forma es el resultado de la función y de la solución constructiva empleada, teniendo esta última relación íntima con los materiales del entorno, circunstancia ya apuntada por Vitruvio en su “síntesis vitruviana”. 

- Precisamente, las calles de “arquitectura entramada” coinciden con los recorridos principales de peregrinación de las entradas de la Puebla, en los que se asentaban las actividades comerciales y menestrales de asistencia a la peregrinación (a cuya conclusión se ha llegado tras el estudio de la trama urbana y la red caminera antes enunciada). En estas casas es necesario disponer grandes cuerpos volados y soportales sobre la vía pública, para crear un espacio de antesala entre la calle y las casas, función que no se da en otros núcleos de Las Villuercas, por no ser punto final de destino de peregrinación. Esta necesidad funcional de grandes voladizos implica necesariamente la construcción de una fachada ligera, imposible de hacer con muros de mampostería, que tienen 60 cm de espesor y una masa ocho veces superior a la del entramado. Esto produce la aparición en fachada de entramados de madera (ligeros), para cerrar cuerpos volados y balcones, o para las plantas sobre soportales. 

- De esta manera, los entramados se sacan a fachada y se enseñan, dando lugar a unas formas diferentes, tanto por la volumetría de voladizos y soportales, como por las texturas propias de la construcción entramada, formas diferentes que tanto han llamado la atención de los historiadores, y que no son otra cosa que el resultado de la síntesis vitruviana de función, forma y construcción, interpretada por la racionalidad de la arquitectura popular. Se ha concluido que la tipología de las casas de Guadalupe es la de casa serrana con entramado, con dos subtipologías: casa serrana con entramado interior, y casa serrana con entramado interior y exterior. 

- En cuanto a la relación con la arquitectura entramada de La Vera (por la existencia del Monasterio de Yuste) o con La Alberca (con quien se comparte un camino directo, constatable en el mapa de Villuga de 1543, al Monasterio de la Peña de Francia), se ha demostrado en la tesis que se trata de arquitecturas de la misma tipología, pero diferentes formas constructivas, puesto que los materiales se producen en entornos distintos, diferente número de plantas y diferente disposición de las piezas del entramado, como corresponde a la arquitectura popular, en la que la forma (parecida) es el resultado de la función (diferente) y de la construcción (racional). Y no puede deberse al capricho de realizar las construcciones por simple imitación estética, exenta de una profunda justificación funcional y constructiva. 

Estos criterios de comprensión del territorio como patrimonio y del paisaje urbano histórico, como reservorio de señas acumulativas de identidad, ya fueron insertados en los planes de ordenación urbanística y de protección patrimonial, redactados por el arquitecto Tomás Civantos. En el capítulo 4 de este trabajo se comprueba que todos los documentos de planeamiento de Guadalupe de los años ochenta y noventa del siglo XX (ninguno de los cuales fue aprobada definitivamente), ya incluían estudios conjuntos de protección del patrimonio y del paisaje, y una ordenación sostenible del crecimiento urbano, tratando a Guadalupe como una unidad en perfecta cohesión entre núcleo y territorio y, dentro de la Puebla, englobando todas las arquitecturas, es decir, siguiendo unas bases de partida que un cuarto de siglo después fijaría el Convenio Europeo del Paisaje (CONSEJO DE EUROPA, 2008). 

Mientras en los nuevos expedientes de inscripción de bienes en el Patrimonio Mundial se valora de forma determinante el diagnóstico del paisaje y sus impactos, Guadalupe pudo entrar en la Lista de la UNESCO en 1993, sin aportar un análisis de paisaje integrado, precisamente en el momento en el que más se estaba alterando el paisaje urbano de la Puebla, por carencia de planificación. 

Por no llevarse a la práctica el planeamiento, se ha materializado la gran fragilidad del paisaje de Guadalupe, en forma de daños irreversibles al patrimonio: falta de una relación armónica entre los elementos patrimoniales del Conjunto Histórico, procesos anárquicos de expansión del núcleo, falta de respeto al soporte territorial que lo envuelve (de un valor excepcional, pero de una gran fragilidad). Por ello, las nuevas zonas urbanas que se han construido, alterando la unidad del conjunto de la Puebla y su territorio, y las nuevas edificaciones promovidas por las Administraciones públicas, que por su escala se empeñan en competir con los volúmenes tradicionales sobre una topografía articulada que las magnifica, son desafortunadas y, peor aún, irreversibles. El presunto desarrollo económico de la población (no constatado) y la inclusión de nuevas piezas de arquitectura contemporánea, con materiales y volúmenes más “urbanos”, no pueden servir de argumentos para justificar las agresiones irreversibles producidas al paisaje de Guadalupe. 


5. SOBRE LA ORDENACIÓN URBANÍSTICA Y PATRIMONIAL 

A los 9 años de aprobación de la Ley del Suelo de Extremadura (2001), recientemente sustituida por la nueva Ley 9/2010, de 18 de octubre, sólo 19 de los 385 municipios de Extremadura cuentan con Plan General Municipal en vigor, lo que representa que sólo el 4,9 % de los municipios de Extremadura dispone de planeamiento aprobado y vigente, conforme a dicho marco legislativo. A nivel de planeamiento especial de protección de los Conjuntos Históricos, el balance es igualmente desolador: sólo el 14,7 % de los 34 Conjuntos Históricos declarados, cuenta con Plan Especial de Protección. Unos datos objetivos, extrañamente poco analizados, imposibles de matizar, ante los que todas las opiniones (subjetivas) sucumben, prueba evidente de que en los 25 años de autonomía de Extremadura se han incumplido, de forma generalizada y sistemática, las obligaciones de planificación del crecimiento urbano y de protección del patrimonio, con resultados claramente negativos e irreversibles. 

Se ha puesto de manifiesto en la tesis que el caso de Guadalupe, carente de Plan General y de Plan Especial en vigor, pese a haber sido redactados los documentos técnicos, representa el caso más lamentable de toda Extremadura y, seguramente, de toda España: un municipio declarado Conjunto Histórico y en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, en el que se incumplen, flagrantemente, las legislaciones estatal y autonómica del Suelo y del Patrimonio, cuya disposición transitoria cuarta establecía que los municipios disponían de un plazo de cuatro años para la aprobación del Plan Especial, entre otras regulaciones incumplidas. 

Los documentos de planeamiento, tanto general como especial, redactados para Guadalupe (Normas Subsidiarias Municipales de 1982; Normas Subsidiarias Municipales de 1996; Plan Especial de Protección del Centro Histórico de 2005 y Plan General Municipal de 2005) se encuentran relegados en diferentes fases de tramitación, sin que ninguno de ellos haya obtenido la Aprobación Definitiva y la publicación oficial. 

En materia de planificación urbana, lo peor no es la ausencia de ordenación y protección, sino la “planificación” interesada, realizada por particulares contra la Administración, dirigida al beneficio privado, a costa del interés general y creando agravios comparativos y pérdidas patrimoniales irreversibles. Esto es lo que ha ocurrido en Guadalupe. El único documento, que ha ordenado en cierta medida el desarrollo urbanístico, es el Convenido urbanístico denominado “de los Plaza”, en el que los propietarios de la mayor parte del terreno periférico al núcleo de población, aprovecharon la falta de información del Ayuntamiento, su inoperancia para aprobar el planeamiento y su necesidad de suelo para dotaciones y viviendas sociales, para extraer un aprovechamiento muy superior al legal, convirtiendo en urbano “de facto” terrenos que carecían de condiciones, no ya legales, sino topográficas y geotécnicas para ser edificados, algunos de los cuales podrían ser incluso dominio público, ahorrándose parte importante del coste de las urbanizaciones y, para mayor escarnio, vendiendo a la propia Administración otros terrenos que necesitaba. Atados por los compromisos adquiridos "ante notario" y deseosos de conseguir unas cesiones "que el Alcalde de Guadalupe acepta agradecido" (según consta literalmente en la documentación notarial), el Ayuntamiento de Guadalupe adquirió unas obligaciones incompatibles con la Legislación del Suelo, que el planeamiento urbanístico no pudo asumir y que constituyen la principal causa de que los planes no se aprobaran. 

La falta de planificación ha dado como resultado situaciones absurdas, que se han estudiado en el cuerpo de la tesis, algunas con grave riesgo para la seguridad de las personas y los bienes, como la construcción de dos urbanizaciones en antiguos echadizos de escombrera sobre terrenos inestables y en pendiente, que generan riesgos de deslizamientos de ladera; la construcción de un edificio público, obstruyendo literalmente la vaguada que dio origen al núcleo de Guadalupe y que, increíblemente, recibió en 2003 el premio “Extremadura a la Creación Artística”, o las obstrucciones existentes en el cauce del río Guadalupe, declarado “Corredor Ecológico de Biodiversidad” y que contiene, entre otras ocupaciones, un camping en la zona inundable del río, 6 km aguas abajo de la presa de abastecimiento. Elementos todos ellos detectados por el planeamiento (que no se aprobó) y puestos en conocimiento de las Administraciones competentes, que no han actuado en consecuencia. 

La práctica ausencia de planes municipales vigentes, es anterior a la crisis de 2008. Durante el tiempo de “bonanza” se han producido, especialmente promovidas por las Administraciones públicas, gran número de actuaciones, tanto en obras de edificación como en obras de urbanización; pero se constata que dichas obras se llevaron a cabo sin planificación previa y, en algún caso, contra las leyes vigentes del Suelo y de Patrimonio, y a favor de la indisciplina urbanística generalizada. En el enfrentamiento de proyecto contra plan, siempre suele sobrevivir airoso el proyecto del edificio o de la urbanización, porque la obra aislada, aunque esté descontextualizada y, por tanto, sea agresiva a la unidad de Guadalupe, produce a la política un beneficio a corto plazo, realizándose así equipamientos, viviendas, dotaciones, infraestructuras…, que si fueran planeadas conforme a Ley, tal vez tuvieran que esperar en el tiempo, ser emplazadas en otros lugares o, sencillamente, no realizarse. 

La ciudad y el territorio requieren decenas de años para su ordenación, con visión a medio y largo plazo, incompatible con los plazos cuatrienales de la política. Así las cosas, la tramitación de los planes no causa beneficio alguno para la política municipal del corto plazo, sólo quebraderos de cabeza y el riesgo de “perder” el poder en el enfrentamiento con los infractores y con los beneficiados por la ausencia de planificación, debido a las alegaciones y críticas que se reciben. Los beneficios de la planificación en la ordenación urbana y territorial y en la protección del patrimonio son muchos, pero se obtienen siempre a largo plazo. Un político responsable acometería el proceso en beneficio de su comunidad, pero político y responsable, por los hechos constatados, no son conceptos unívocos. 

Los responsables de estos desafueros urbanísticos son políticos, técnicos y administrativos y están definidos en la Ley. Sólo basta leerla, no se necesita interpretación. Parece que la sociedad se ha preocupado mucho en los últimos años por cuestiones puntuales del medio ambiente y del patrimonio cultural, actuando sólo en determinadas zonas acotadas, pero sin analizar en profundidad la situación de ausencia del planeamiento, sin atribuirle la importancia que tiene. Pero el tiempo señalará las causas, cuando se estudien en el futuro las pérdidas patrimoniales (patrimonio cultural urbano, patrimonio cultural arquitectónico y patrimonio natural) en Extremadura, a partir de la década de los 80 del s. XX, en pleno fervor democrático. 

En cierta medida, el diagnóstico de Guadalupe, es aplicable a otros muchos pequeños municipios de Extremadura. El medio rural extremeño, de gran fragilidad patrimonial, está sucumbiendo de forma lenta pero sistemática e irreversible y, a excepción de determinadas zonas acotadas, el patrimonio (natural, urbano y de arquitectura popular) conseguido durante siglos, se ha dilapidado en 30 años, sin que pueda justificarse siquiera por el desarrollo económico o social (la mayoría de los municipios de la provincia de Cáceres son regresivos), constatándose que los impactos negativos en este período superan claramente a los positivos. 

Para evitarlo, el mecanismo legal de la protección es la planificación, aplicando al ámbito municipal las leyes del Suelo y de Patrimonio. La causa fundamental de la falta de protección, es la ausencia de motivación política en la aprobación de los planes urbanísticos, que tendrían que haber ordenado el territorio, el urbanismo y protegido el patrimonio, para ser transmitido a las próximas generaciones, haber entrado en vigor y haber sido gestionados en cumplimiento de las normativas vigentes, internacionales, estatales y autonómicas. Como suele ocurrir en España, se pierde la energía en legislar y se tolera el incumplimiento de las leyes por los responsables de cumplirlas y de hacerlas cumplir. En Guadalupe, las razones de que no se acometiera la aprobación de los planes que fueron redactados, se deducen, fácilmente, del marco urbanístico y se explican por ignorancia interesada y por conveniencia política-electoral, exenta en la práctica de responsabilidades legales, como ha quedado demostrado en la tesis.