El Plan Parcial del polígono "Los Fratres" de Cáceres

CAMPESINO FERNÁNDEZ, Antonio-J.
El geógrafo profesional en el diagnóstico previo al planeamiento urbano. El Plan Parcial del Polígono de los “Fratres” de Cáceres.
En CLEMENTE CUBILLAS, E. (Dir.). Jornadas de Geografía y Urbanismo. Junta de Castilla y León, Consejería de Obras Públicas y Ordenación del Territorio, Salamanca, 1986, pp. 69-77. ISBN: 84-7481-377-8 


1. DIAGNÓSTICO DEL URBANISMO CACEREÑO. 

La ciudad es una forma de poblamiento y un proceso dinámico de ocupación del espacio de acuerdo con unos principios rectores. Su materialización define su estructura organizadora que, íntimamente unida al crecimiento, constituyen las razones fundamentales de lo urbano. 

A partir de 1880 constatamos el inicio del proceso de transición de la estructura urbana cacereña, desde la lenta superación de formas y funciones históricas hacia las nuevas tendencias de organización espacial, ensanches, que consolidarán los presupuestos del desarrollo urbano moderno. 

Nuevos principios, inherentes al crecimiento demográfico y a las transformaciones económicas, precipitan la reorganización del espacio urbano heredado. Las demandas, permanentemente insatisfechas, de viviendas, infraestructuras y equipamientos comunitarios actúan de impulsos transformadores de la estructura, remodelando primero el centro histórico hasta su congestión para ensanchar después el perímetro edificado con la superación de los bordes tradicionales mediante nuevo suelo urbano. 


A lo largo del XIX, un reducido grupo de propietarios hizo acopio de fincas urbanas y de suelo rústico periférico, como inversión rentable favorecida por el proceso desamortizador y por la información privilegiada sobre la futura proyección del ensanche cacereño. El negocio va a residir en la reproducción volumétrica de la ciudad interior a lo que contribuye la Ley de Libertad de Alquileres de 1842, que abre la veda a los arrendamientos usurarios y al mercado especulativo de apropiación inmobiliaria de la ciudad histórica y de los barrios periféricos de absorción de inmigrantes en los que las necesidad de vivienda es más acuciante y la especulación más consistente. 

El deterioro de la calidad medioambiental hasta límites insoportables es el resultado lógico de la triplicación de los efectivos humanos sobre idéntico espacio superficial al disponible a finales del siglo XVI. No hay solución municipal para el cúmulo de carencias derivadas de la masificación y del hacinamiento, que únicamente benefician a los intereses de los mayores contribuyentes urbanos. 

Si el desarrollo de la minería de fosfatos de Aldea Moret y la revolución del transporte, introducida por la llegada del ferrocarril, son incentivos que polarizan la dirección futura del crecimiento urbano, de ninguna manera pueden entenderse como las causas finales del mismo. El argumento de la proyección lineal del ensanche cacereño hacia el SO intenta justificarse por la congestión y agotamiento del espacio disponible en el suelo urbano consolidado, cuando en realidad la burguesía promotora del ensanche, desde el control político municipal, quiere plasmar en la nueva ciudad sus aspiraciones de clase y vivienda en un margo digno, abierto, soleado, ventilado, ajardinado y planeado. 

Sobre el espacio conocido como Afueras de San Antón, dirección menos afectada por condicionantes morfológicos, comienza fraguarse la infraestructura del ensanche (1882), desmontes, alineaciones y rasantes (1888), alcantarillado (1889) y electricidad (1896), siendo rebautizado como Paseo de Cánovas (1897) y quedando listo el suelo para la construcción de bloques plurifamiliares de viviendas y tipologías de casas burguesas unifamiliares con formato de ciudad-jardín de postguerra. 

De esta forma, un suelo financiado con fondos públicos se convierte en coto privado de las clases acomodadas, obligando a los sectores populares, desahuciados del centro histórico e incompatibles con el ensanche a buscar acomodo periférico en los núcleos de extrarradio de carácter suburbial, un nuevo espacio añadido de casas baratas autoconstruidas que contrasta con el nuevo espacio urbano planeado. 

Los dos activos básicos sobre los que descansa el crecimiento urbano cacereño del siglo XX son el monopolio administrativo capitalino y la atracción masiva de inmigrantes rurales. Pero el despegue demográfico no va acompañado de la correspondiente oferta de vivienda, dotaciones, equipamientos y servicios, planteando en Cáceres contradicciones feroces que alimentan la tensión dialéctica centro-periferia. 

Metodológicamente podemos diferenciar tres etapas cronológicas en la formación de la estructura urbana: 

• 1900-1940. El Cáceres de 1940 ofrece un aumento desagregado de tejidos periurbanos en dispersa nebulosa de parcelaciones, explicable por la increíble carencia de plano regulador y por la vigencia de Ordenanzas Municipales añejas (1913). Sin plano geométrico no era posible abordar la construcción con otorgamiento de licencias de alineaciones y volúmenes, desconociéndose los sobrantes de vía pública y cediendo terrenos y baldíos municipales para edificar que más tarde se convertirían en obstáculos al ensanche. 

Tres son los frentes de actuación: reforma interior del centro histórico en el sector noroccidental, con retoques puntuales del viario, pero sin solución para el inmenso déficit de viviendas sociales que dispara el precio de los alquileres; creación de suburbios perimetrales de absorción de la masa jornalera expulsada del centro, que conforman chabolismo compactado añadido, en contraste con la planificación urbanística en damero del Barrio de Casas Baratas (1911-1922); al SO, entre el borde del ensanche y la vieja estación del ferrocarril (1991), el Triángulo –actual Plaza de América- es el topónimo nodal de confluencia de las carreteras de Castilla (Gil Cordero), de Medellín (Antonio Hurtado) y de Mérida-Badajoz (Avenida de Alemania, en cuya margen izquierda el tinglado ferroviario fija la localización de industrias y almacenaje con la estación en fondo de saco. 

• 1941-1960. En la postguerra, la demanda insatisfecha de viviendas para 50.000 habitantes adquiere caracteres de dramatismo social. La necesidad es el argumento que todo lo justifica. La acción promotora selectiva se transcribe espacialmente en el amplio abanico de oferta pública de viviendas (protegidas, bonificables, de renta limitada…), cuya subvención estatal garantiza alta rentabilidad a la iniciativa privada y patente de corso a las actuaciones. La elevación continuada de volúmenes produce un Cáceres vertical injustificado por obra y gracia de promotores. 

La sustitución de la ordenanza de densidades de 1939 por la de volúmenes de 1954 supone una espiral alcista de la edificabilidad que densifica y maciza el suelo urbano, reduciendo el tamaño, el número de piezas y la superficie útil de la vivienda con grave deterioro de la calidad de vida y con carencias crónicas de equipamientos. 

El proceso de crecimiento sigue el ritmo de las tendencias manifestadas en la etapa anterior, robusteciéndose el ensanche suroeste, en prolongación imperfecta del salón ajardinado de Cánovas, futuro centro de gravedad urbana. Su desdoblamiento genera los ramales de la Avenida de la Montaña-Paseo de Colón, al E. y de la Avenida Primo de Rivera- Ronda de Hernán Cortés, al O., con el correspondiente viario perimetral de la Ronda del Carmen y de la Avenida Virgen de Guadalupe, confluyentes en la Plaza de América, centro difusor de todas direcciones. En dirección Sur, dos actuaciones bloquearán definitivamente las posibilidades de expansión: la Ciudad Deportiva y la modesta barriada del Espíritu Santo, contorneadas en periferia por la Ronda de San Francisco. 

El diagnóstico de la situación urbana cacereña en 1960 arroja las siguientes consideraciones: carencia de planeamiento general de ordenación; incorrecto planteamiento de la política urbanística por la dispersión de los sectores de actuación; divorcio de las tipologías por confusionismo de la calificación del suelo edificable con medianeras vistas y rotura de los valores estéticos; escandalosa deficiencia de servicios generales; confusión y conflicto circulatorio en la Plaza de América, agudizado por la permanencia de la vetusta y pueblerina estación de ferrocarril que, enquistada en fondo de saco en el ensanche SO bloquea su proyección, desviándola hacían la ruinosa cuneta kárstica del Calerizo en la “Dehesa de los Caballos”. 

• 1961-1984. La Ley del Suelo de 1956 dota a Cáceres de su primer PGOU, redactado por Rodolfo García-Pablos y Vicente Candela, y aprobado en 1961. Su desarrollo aparece encomendado a la iniciativa pública y privada a través de Planes Parciales, que con el apoyo de nuevas ordenanzas (1968) inauguran en la ciudad la era del urbanismo de los polígonos, debidamente urbanizados con infraestructura viaria y equipamientos. 

El programa de actuación preveía la creación de 409 nuevas has, que añadir a las 209 has existentes, para garantizar suelo a los 125.000 cacereños potenciales de 2005, lo que suponía una previsión de 6.600 nuevas viviendas, utopías fundadas en el inminente desarrollo industrial (¿?). 

Las directrices definen como líneas básicas: la reforma ferroviaria con el cambio de emplazamiento de la estación, para que puedan consumarse los ensanches SO y S.; la conversión de la Plaza de América en el nuevo centro comercial y administrativo; la promoción del ensanche O que tiene como eje director la Avenida de Guadalupe en su prolongación hasta la nueve estación del ferrocarril en línea (1963), al tiempo que se facilita con una variante de paso a nivel la comunicación con Aldea Moret y la zona industrial del arranque de la carretera N-523 de Cáceres a Badajoz; al E, se amplía el sector residencial de vivienda acomodada de la Montaña, y al N. se permite un nuevo ensanche desarraigado sobre la carretera a Torrejón el Rubio.

FOTOGRAMA AÉREO DEL PLAN GENERAL DE ORDENACIÓN URBANA DE 1961. 

En 1975, al cumplirse la primera fase del Plan, los resultados evidenciaban el desajuste de instrumentación, gestión y desarrollo de los Planes Parciales, con desfases de hasta una década entre la aprobación y el asentamiento definitivo. La concesión de licencias, a tenor de las Ordenanzas, consuma el deterioro del centro histórico, colmata y densifica los polígonos periféricos y al no desarrollar los Planes Parciales todo el suelo previsto en el PGOU, soporta la calificación de usos más diversos fuera del perímetro urbano. Los ejemplos más sangrantes son las barriadas clandestinas de San Marquino, Buscarruidos, Charca Musia y Junquillo, edificadas con anterior al PGOU e ignoradas por él. La carencia de estudios geotécnicos, unida a intereses particulares espurios, llevan a clasificar irresponsablemente como zonas de ensanche de uso residencial intensivo extensas zonas del Calerizo con graves problemas de cimentación. Por último, la inadecuación de los accesos viarios y la convergencia de la red de tráficos y flujos de transporte ligero y pesado en la Plaza de América producen el colapso por exceso de motorización que se contagia a los ensanches por ausencia de rondas de circunvalación y desagüe del tráfico de paso. 

El reto que se le planteaba al equipo de EAUR, S.A., dirigido por Francisco Fernández Longoria y Genaro Alas, redactores del PGOU de 1975, era total. En cambio la coyuntura no podía ser menos favorable por la crisis económica y por el desconocimiento de la normativa urbanística contenida en la revisada Ley del Suelo de 1976. 

Unas vez más, la previsión demográfica del PGOU, basada en el presunto desarrollo industrial, dispara la proyección a 213.000 habitantes para el año 2005, condenando a muerte a todas las restantes variables y determinaciones. Desde la óptica del planeamiento es una propuesta utópica de clara influencia anglosajona (el director venía de redactar el Plan General de Caracas), alejada de la realidad socio-económica de Cáceres. La dotación extensiva de 1.000 has de nuevo suelo, capaces de albergar 9.000 viviendas en el urbanizable y 8.000 en el urbano, no deja de ser una fantasía animada, distante de las necesidades futuras de una ciudad ya estancada. La enorme superficie de suelo urbanizable ofertado y la baja densidad de habitantes/ha, aumentarían los costes de urbanización y encarecerían la vivienda para el usuario, haciendo imposible la gestión por incapacidad financiera de las arcas municipales para hacer frente a una urbanización difusa, no disponiendo de un ápice de suelo propio. Ello desembocaría en la no aprobación por el Ministerio del suelo urbanizable programado, manteniéndose el PGOU con parcheos y, aún, sin aprobación definitiva. La falta de compromiso de la administración estatal en materia tan importante como el programa de la red arterial anula las expectativas fantásticas de inversión de 1.500 millones de ptas, previstas hasta 1985, complicando aún más la conectividad urbana-territorial. 


2. DIAGNÓSTICO DE LA ESTRUCTURA URBANA. 

Elevada concentración y compactación del suelo urbano, que respeta el patrón de crecimiento SO-S, surgido ahora hace un siglo con el enfoque del primer ensanche. Su normativa ordenadora fija ocupaciones y alturas, con lo cual, como el mercado oligopolista de la construcción persigue el máximo aprovechamiento que le permite el Plan, se maciza y densifica la parcela (8 m3/m2) y se asciende al techo permitido de plantas con lo que los edificios cubican enteramente el espacio disponible. Éste se ha consumido en los polígonos de “Dehesa de los Caballos” e “Isabel de Moctezuma” con tipologías de bloques verticales que conforman el “patrimonio monumental cacereño” de los años noventa. Puede llegar a explicarse la congestión pasada del centro histórico, transformada hoy en abandono y soterrada renovación, por el tributo a los condicionantes de la topografía, pero no hay justificación alguna para el Cáceres congestivo y colapsado actual, en medio de un término municipal de 1.700 km2 de suelo miserable y excedentario. Contradicción a la que se añade una demanda insatisfecha de 6.000 viviendas sociales, frente a un excedente de 3.500 viviendas cerradas y desocupadas, una Corporación sin suelo para cederlo en condiciones ventajosas a las promociones del IPPV y una indisciplina urbanística constitutiva de delito son razones que a la postre definen el mercado especulativo (100.000 ptas./m2 y pisos de 12 a 19 millones), inconcebible en capitales de provincia de idéntico rango e incluso de superior jerarquía. 

Marcada zonificación funcional en el suelo planeado con lo que se ha incurrido en la nefasta estrategia organicista de marcada polarización de usos: INPUB, al N, hasta constituirse en bloqueo del uso residencial sobre la N-521, un sector claramente infrautilizado que la promoción de las 500 viviendas de la “Mejostilla” nos tememos no solucione; industrial en las “Capellanías” y Aldea Moret, con incompatibilidades manifiestas para la población (depósitos de CAMPSA), y verde público en bordes periféricos. Todo ello en contraste con la falta de especialización del centro histórico por su estructura urbana espontánea. A nivel de uso residencial, el resultado es la jerarquización del espacio urbano con la segregación social de los grupos más débiles, castigados por la especulación y la carencia de dotaciones y equipamientos a nivel de barrio. La percepción de la ciudad es distinta para el residente de las “Trescientas” o el “Carneril” que para el vecino de la “Madrila” o de la Avenida de España. Precisamente, este eje multifuncional se ha convertido un siglo después en Centro Cívico Comercial, fuertemente densificado por servicios bancarios, personales y profesionales que compiten y desplazan al uso residencial. Ni el pulmón verde de Cánovas, generosa donación burguesa, consigue insuflar resuello a un ensanche renovado y congestionado, que reclama una centuria después de su gestación su prolongación espacial para el año 2000. 

Carencia de permeabilidad de la trama urbana, tan antigua, que ha de soportar la excesiva polarización funcional, la concentración edificatoria masiva y el incremento del parque de vehículos. Al no haberse modificado el viario principal, pendiente aún de la variante de la N-630, el tráfico pesado y de paso discurre por medio del ensanche con incremento alarmante de la contaminación acústica y gaseosa. La obturación entre centro histórico y ensanche es total sin que el derroche cromático de señalizaciones produzca otro efecto que el de la desesperante lentitud circulatoria. La reutilización institucional del casco intramuros ha convertido el centro monumental en un aparcamiento que arruina el pavimento y la atmósfera de un espacio irrepetible de relación. Son las propias instituciones las responsables de la degradación, erradicable con una decisión política de cierre al tráfico para no residentes, pero sin la contrapartida de un parking bajo la Plaza Mayor.

COLAPSO CIRCULATORIO DIARIO EN LA PLAZA DE AMÉRICA. FOTOGRAFÍA PROPIA. 

Significación actual del polígono de los “Fratres” de Cáceres en el contexto de la ciudad. 

El desplazamiento de la vieja estación del ferrocarril en 1963 a su actual ubicación constituye, como expusimos con anterioridad, la propuesta prioritaria del PGOU de 1961 para el desbloqueo de la prolongación natural del ensanche, conquista que vino a satisfacer viejas aspiraciones de los cacereños. 

La superación del obstáculo libera una amplia superficie bruta, cerca de 20 has, ocupada por el entramado del transporte, así como por los obsoletos talleres que agonizan en medio de una superficie utilizada como escombrera, ferial y aparcamiento sin orden ni concierto. 

Las expectativas de extracción del máximo aprovechamiento a esta zona, la de mayor valoración de la ciudad al hallarse integrada en el centro de gravedad de la Plaza de América y prolongación natural del ensanche, exigen la diligente elaboración de un Plan Parcial, aprobado definitivamente el 26 de mayo de 1969 y cuyos indicadores básicos son:

INDICADORES BÁSICOS

Nos abstenemos de efectuar pormenorizaciones históricas sobre el tortuoso desarrollo jurídico del polígono, porque serán objeto de una publicación específica, significando ahora, exclusivamente, que siendo uno de los primeros en aprobarse tiene ya 15 años de inoperancia gestora a sus espaldas. 

La nueva gestión urbanística, contenida en el Reglamento de Gestión (1978) de la Ley del Suelo de 1976 permite asumir al Ayuntamiento, en colaboración con los particulares el protagonismo a través del sistema de compensación, creándose al efecto la Junta correspondiente y procediéndose a la urbanización del polígono del que el Ayuntamiento ha adquirido y posee el 51% de la propiedad de los terrenos. 

El obstruccionismo de UMACA, mini-empresa de materiales de construcción, exigiendo al Ayuntamiento cuantiosas indemnizaciones (superiores a 200 millones de pesetas) por extinción productiva, ha contribuido sustancialmente a dilatar el proceso con el consiguiente desbarajuste urbanístico, al que ahora pretende poner fin la Corporación, plegándose a los intereses de cinco propietarios, con una filosofía urbana distinta a la anterior, mediante propuesta de urbanización laminar de bloques abiertos (Grado A, extensiva alta), que incrementa en un 4,5% el volumen permitido por el PGOU. 

El privilegio de la centralidad. 

La centralidad del espacio de los “Fratres”, aún vacío, es incuestionable. Nos hallamos ante una reserva de suelo, posicionada en contacto inmediato con un ensanche saturado y congestionado de ciudadanos y actividades. La densificación alcanza en la zona los 750 habitantes/ha (Antonio Hurtado) y las últimas promociones de viviendas están colmatando el suelo edificable disponible del colindante polígono de “Isabel de Moctezuma” con 25.000 personas. 

Ante el riesgo de un colapso de las funciones centrales por bloqueo de la motorización, carencias de locales comerciales y plusvalías desatadas se impone el alivio de la tensión del ensanche a partir de las posibilidades reales de urbanización que ofrece el Polígono de los Fratres. 

La centralidad urbana viene determinada por el grado de accesibilidad a las funciones y servicios centrales. Teniendo en cuenta los problemas crónicos de Cáceres en ese sentido, la accesibilidad al polígono es máxima y, por tanto, garantía segura de alto valor en cambio para el reduccionismo rentabilista. La Avenida de Alemania es su límite occidental; ha sido edificada a saltos en su margen derecha con escasa fortuna y en la izquierda en contacto con el polígono ofrece una penosa imagen nada urbana de descampado, vertedero de cascotes y suciedad a la que contribuyen los ruinosos caparazones de los viejos talleres en primer término, mientras el fondo del escenario es un telón de torres del ensanche Sur, nuestro “Móstoles” particular. En el estado actual es un eufemismo hablar de avenida, cuando en realidad sigue siendo la carretera N-630, de doble vía, con el impacto ambiental inherente, mientras no se concluya la variante proyectada por el PGOU de 1975… Al Norte, colinda con la calle Gabino Muriel, al E. con la raquítica Avenida de Moctezuma y al S. y S-SW con dos equipamientos básicos de transporte, la impresentable Estación de Autobuses de nuevo cuño y la Estación de RENFE. 

Tales condicionantes privilegiados de centralidad plantean una conclusión diáfana: El Polígono de los “Fratres” es el balón de oxígeno que demanda la ciudad de Cáceres para la promoción del ensanche residencial y cívico-comercial del siglo XXI, siguiendo el patrón de crecimiento SO, a través de los ejes de la Avenida de Alemania (urbanizada integralmente como unidad de paisaje) y de la Avenida de Isabel de Moctezuma (desdoblada en dos carriles). La racionalidad de nuestra propuesta urbanística (de nueva ciudad dentro de la ciudad) lleva el marchamo y la imagen de marca de la mejor arquitectura prefabricada de Ricardo Bofill. 


PLANO GENERAL DE LA PROPUESTA DEL PLAN PARCIAL DEL POLÍGONO "LOS FRATRES". 

Francisco Javier García Collado, Arquitecto. Ricardo Bofill, Arquitecto. Victoriano Roncero Rodríguez, Ingeniero de Caminos. Antonio-José Campesino Fernández, Geógrafo-Urbanista. María Antonia Burgos Moreno, Economista. 


4. POR UN CÁCERES HUMANISTA. 

Ha llegado el momento de pararse a repensar la ciudad. Es preciso dar solución a los problemas actuales de la estructura urbana cacereña, creando una ciudad humana que sintonice pasado y futuro, olvidándose en lo posible del presente, porque éste no es un patrimonio de la humanidad que podamos dejar en herencia. 

Comencemos a subordinar el urbanismo a las necesidades de las población y no viceversa, con una visión sintética globalizadora y generosa de la ciudad, que somos todos y no unos pocos. Hemos de olvidarnos de megalomanías, evitando el colosalismo densificador, la estandarización constructiva, el frío diseño de cinturones arteriales, la rururbanización marginal y la ausencia de espacios verdes ¿Dónde están y quién ha privatizado mis 5 m2 de verde público por habitante, como estándar dotacional normado por la Ley del Suelo de 1956?. 

Tenemos obligación de volver a conjugar la Historia y el Hombre en el umbral del siglo XXI para adaptar la ciudad al noble fin aristotélico, opuesto radicalmente al concepto de máquina de vivir de Le Corbusier, porque como ciudadanos democráticos (y no como vasallos medievales) tenemos “derecho a la ciudad” (Henri Lefebre). 

Para dignificar la ciudad es preciso terminar con la compactación, la segregación económica, la decantación social y el zonning organicista que jerarquiza funcionalmente el espacio de la ciudad motorizada. 

La recuperación de la ciudad moderna de Cáceres, como ciudad vivida, exigirá del urbanismo aportar soluciones integradoras del ciudadano y su entorno, mediante una nueva arquitectura de escala humana, neo-mediterránea, cosida y tramada, creadora de tejido urbano con diseño relajante, adecuando forma y función, que restaure el espíritu de comunidad por medio de unidades vecinales, socialmente articuladas por espacios públicos, calles peatonales y centros culturales comunitarios. 

Ésta es la propuesta del proyecto del Plan Parcial de los “Fratres” de Cáceres, una nueva ciudad dentro de la ciudad, con excelencia de formas y funciones, antítesis de su entorno y vanguardia anticipada del urbanismo del siglo XXI, capaz de provocar en los cacereños residentes y transeúntes comportamientos participativos y reivindicativos del control de su espacio vital. 

15 de diciembre de 1984